Los signos no faltaron, ya que en la primera parada llevamos una piedra como signo de las dificultades de cada día y llevamos con nosotros; luego al leer el Evangelio anotamos en la piedra las cosas que más nos cuestan y a la persona que nos ayuda muchas veces a sobrellevar esa carga, como lo hizo el Cireneo con Jesús.
Al llegar al sepulcro, reflexionamos con el Evangelio y el signo que nos acompañó fue el saludo de la paz de los maestros y la liberación de las piedras arrojándolas al mar, como signo de quien se encuentra con el resucitado y se libera de su propia cruz.
Rezamos juntos y volvimos a terminar la tarde animados por los juegos del profe Franco.
Una tarde donde la reflexión y los juegos nos acompañaron y pusimos otra semilla para “formar buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
Diego Aguirres